Comunidad: | Comunidad Valenciana |
Convocatoria: | Junio de 20001 |
Modalidad: | LOGSE - Humanidades y Ciencias Sociales |
Ejercicio: | 2º Ejercicio |
Asignatura: | Historia de la Filosofía |
Obligatoriedad: | Obligatoria en la Opción de Humanidades y optativa en otras |
Duración: | 90 minutos |
Baremo: | El alumno/a comentará, dentro de la opción que elija, el texto del autor que haya trabajado en clase. Cuestiones: 1ª ... hasta 2,5 puntos; 2ª ... hasta 2,5 puntos. Redación: ... hasta 5 puntos. |
- Entonces no hay duda -dije yo- de que los tales no tendrán por real ninguna cosa más que las sombras de los objetos fabricados.
- Es enteramente forzoso -dijo.
- Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su ignorancia, y si, conforme a su naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a mirar la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de la chiribitas, no fuera capaz de ver los objetos cuyas sombras veían antes, ¿qué crees que contestaría si le dijera alguien que antes no veía más que sombras inanes y que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y de cara a los objetos más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que pasan y obligándole a contestar sus propias preguntas acerca de qué es cada uno de ellos? ¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba?
- Mucho más -dijo.
- Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y que consideraría que éstos objetos son realmente más claros que los que le muestra?
- Así es -dijo.
- Y si se lo llevaran de allí a la fuerza -dije-, obligándole a recorrer la áspera y escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no crees que sufriría y llevaría mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz, tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a las que ahora llamamos verdaderas?
- No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
- Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras ; luego, las imágenes de hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos. Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol y lo que le es propio.
-¿Cómo no?
- Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en ningún otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su dominio y tal cual es en sí mismo, lo que él estaría en condiciones de mirar y contemplar.
- Necesariamente- dijo.
- Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo, el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.
- Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.
- ¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos?
- Efectivamente.
- Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a los otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuales entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basado en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquel nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaban de honores o poderes entre aquellos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente "trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes que vivir en aquel mundo de lo opinable?
- Eso es lo que creo yo -dijo-: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella vida.
- Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol?
- Ciertamente -dijo.
- Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían pemanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse -, ¿no daría que reir y no se diría de él que, por no haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían, si encontraran la manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir?
Platón. La República
Ciencia, opinión y consejo entre los hombres.
Entre las cosas que pueden ser de otra manera están lo que es objeto de producción y lo que es objeto de acción o actuación, y una cosa es la producción y otra la acción (podemos remitirnos a propósito de ellas incluso a los tratados esotéricos); de modo que también la disposición racional adacuada para la acción es cosa distinta de la disposición racional para la producción. Por tanto, tampoco se excluyen la una a la otra; en efecto, ni la acción es producción ni la producción es acción. Ahora bien, puesto que la construcción es una técnica y es pecisamente una disposición racional para la producción, y no hay técnica alguna que no sea una disposición racional para la producción ni disposición alguna de esta clase que no sea una técnica, serán lo mismo la técnica y la disposición productiva acompañada de la razón verdadera. Toda técnica versa sobre el llegar a ser, y sobre el idear y considerar cómo puede producirse o llegar a ser algo de lo que es susceptible tanto de ser como de no ser y cuyo principio está en el que lo produce y no en lo producido. En efecto, la técnica no tiene que ver ni con las cosas que son o se producen necesariamente, ni con las que son o se producen de manera natural, porque estas cosas tienen su principio en sí mismas. Como producción y acción son cosas distintas, la técnica y el arte tiene que referirse a la producción, no a la acción. Y en cierto modo el azar y el arte tienen el mismo objeto, como dice Agatón: "el arte ama al azar, y el azar al arte". El arte o técnica es, pues, como queda dicho, una disposición productiva acompañada de razón verdadera, y la falta de arte, por el contrario, una disposición productiva acompañada de la razón falsa, relativas a lo que puede ser de otra manera.
Aristóteles. Ética a Nicómaco
Pensé que la insuficiencia de espíritu humano es la causa primera de esta prodigiosa diversidad de sentimientos, y el orgullo la segunda. Nosotros no tenemos las medidas de esta máquina inmensa, no podemos calcular sus relaciones, no conocemos ni las primeras leyes ni la causa final; nos ignoramos a nosotros mismos; no conocemos ni nuestra naturaleza ni nuestro principio activo; apenas sabemos si el hombre es un ser simple o compuesto; misterios impenetrables nos rodean por todas partes; están por encima de la región sensible; para penetrarlos creemos poseer inteligencia, y no poseemos más que imaginación. A través de ese mundo imaginario, cada uno se abre una ruta que cree la buena; nadie puede saber si la suya lleva al final. Sin embargo, queremos penetrar todo, conocer todo. Lo único que no sabemos es ignorar lo que podemos saber. Antes preferimos decidirnos al azar y creer lo que no es que confesar que alguno de nosotros pueda ver lo que es. Pequeña parte de un gran todo cuyos límites se nos escapan y que su autor entrega a nuestras locas disputas, somos lo bastante vanos para querer decir lo que es ese todo en sí mismo, y lo que nosotros somos en relación con él.
Aun cuando los filósofos estuvieran en situación de descubrir la verdad, ¿quién de ellos se interesaría por ella? Todos saben que su sistema no está mejor fundado que los otros; pero lo sostienen porque es suyo. No hay uno solo que, llegando a conocer lo verdadro y lo falso, no prefiera la mentira que ha encontrado a la verdad descubierta por otro. ¿Dónde está el filósofo que, para gloria suya, no engañaría de buen grado al género humano? ¿Dónde está aquel que en el secreto de su corazón se proponga una meta distinta que distingirse? Con tal que se eleve por encima de vulgo, con tal que borre el brillo de sus competidores, ¿qué más pide? Lo esencial es pensar de forma distinta a los otros. Entre los creyentes es ateo, entre los ateos sería creyente.
El primer fruto que saqué de estas reflexiones fue aprender a limitar mis búsquedas a lo que me interesaba de una forma inmediata, a apoyarme en una profunda ignorancia sobre todo lo demás, y a no inquietarme hasta la duda sino por las cosas que me intreresaba saber.
Todavía comprendí que lejos de librarme de mis dudas inútiles, los filósofos no harían sino aumentar las que me atormentaban y no se resolverían ninguna. Tomé, pues, otro guía, y me dije: consultemos la luz interior, ella me extraviaría menos de lo que me extravían ellos, o al menos el error sería mío, y me depravaré menos siguiendo mis propias ilusiones que entregándome a sus mentiras.
Repasando entonces en mí espíritu las diversas opiniones que sucesivamente me habían atraído desde mi nacimiento, vi que, aunque niguna de ellas fuera lo bastente evidente para producir de forma inmediata la convicción, tenían diversos grados de versimilitud, y que el asentimiento interno las admitía o las rechazaba en distinta medida. Tras esta primera observación, comparando entre sí todas estas ideas diferentes en medio del silencio de los prejuicios, encontré que la primera y más común era también la más simple y más razonable, y que, para reunir todos los sufragios, sólo le faltaba haber sido propuesta la última. Imaginaos que todos vuestros filósofos antiguos y modernos han agotado, primero, sus extravagantes sistemas de fuerzas, de posibilidades, de fatalidad, de necesidad, de átomos, de mundo animado, de materia viviente, de materialismo de toda especie, y tras todos ellos el ilustre Clarke esclareciendo al mundo, anunciando finalmente al Ser de los seres y al dispensador de las cosas. ¡Con qué universal admiración, con qué aplauso más unánime no se hubiera recibido este nuevo sistema, tan grande, tan consolador, tan sublime, tan apropiado para elevar el alma y dar una base a la virtud, y al mismo tiempo tan sorprendente, tan luminoso, tan simple y, en mi opinión, el que ofrece al espíritu humano menos cosas incomprensibles de cuantas él encuentra absurdas en cualquier otro sistema! Yo me decía: las objeciones insolubles son comunes a todos, porque el espíritu del hombre es demasiado limitado para resolverlas; no son prueba, pues, contra ninguno en particular; pero ¡qué diferencia hay entre las pruebas directas! ¿No debe ser preferido el único que lo explica todo cuando no presenta más dificultades que los otros?
Llevando, pues, en mí el amor a la verdad por toda la filosofía, y por todo método una regla fácil y simple que me dispensa de la vana sutileza de los argumentos, reanudo por esta regla el examen de los conocimientos que me interesan, resuelto a admitr por evidentes a todos aquellos a los que, en la sinceridad de mi corazón, no pueda rehusar mi consentimiento, por verdaderos todos aquellos que me prezcan tener una relación necesaria con esos primeros, y a dejar todos los demás en la incertidumbre, sin rechazarlos ni admitirlos, y sin atormentarse esclareciéndolos cuando no lleven nada útil para la práctica.
J.J. Rousseau. La profesión de fe del vicario saboyano
Conocimiento de la verdad y el sentimiento en la filosofía de Rousseau.
Y es precisamente en estos últimos conocimientos que traspasan el mundo de los sentidos y en los que la experiencia no puede proporcionar ni guía ni rectificación, donde la razón desarrolla aquellas investigaciones que, por su importancia, nosotros consideramos como más sobresalientes y de finalidad más relevante que todo cuanto puede aprender el entendimiento en el campo fenoménico. Por ello preferimos afrontarlo todo, aun a riesgo de equivocarnos, antes que abandonar tan urgentes investigaciones por falta de resolución, por desdén o indiferencia. [Estos inevitables problemas de la misma razón pura son: Dios, la libertad y la inmortalidad. Pero la ciencia que, con todos sus aprestos, tiene por único objetivo final el resolverlos es la metafísica. Esta ciencia procede inicialmente de forma dogmática, es decir, emprende confiadamente la realización de una tarea tan ingente sin analizar de antemano la capacidad o incapacidad de la razón para llevarla a cabo.]
Ahora bien, parece natural que, una vez abandonada la experiencia, no se levante inmediatamente un edificio a base de conocimientos cuya procedencia ignoramos y a cuenta de principios de origen desconocido, sin haberse cerciorado previamente de su fundamentación mediante un análisis cuidadoso. Parece obvio, por tanto, que [más bien] debería suscitarse antes la cuestión relativa a cómo pretende el entendimiento adquirir todos esos conocimientos a priori y a cuáles sean la extensión, la legitimidad y el valor de los mismos. De hecho, nada hay más natural, si por la palabra natural se entiende lo que se podría razonablemente esperar que sucediera. Pero, si por natural entendemos lo que normalmente ocurre, nada hay más natural y comprensible que el hecho de que esa investigación haya quedado largo tiempo desatendida. Pues parte de dichos conocimientos, [como] los de la matemática, gozan de confianza desde hace mucho, y por ello hacen concebir a otros conocimientos halagüeñas perspectivas, aunque éstos otros sean de naturaleza claramente distinta. Además, una vez traspasado el círculo de la experiencia, se siente la plena seguridad de no ser refutado por ella. Es tan grande la atracción que sentimos por aumentar nuestros conocimientos, que sólo puede parar nuestro avance el tropiezo con una conradicción evidente. Pero tal contradicción puede evitarse por el simple medio de elaborar con cautela las ficciones, que no dejan por ello de serlo. Las matemáticas nos ofrecen un ejemplo brillante de lo lejos que podemos llegar en el conocimiento a priori prescindiendo de la experiencia.
Kant. Crítica de la razón pura
El conocimiento de experiencia y sus límites.
Última modificación de esta página: 3 de junio de 2003