Comunidad: | Comunidad Valenciana |
Convocatoria: | Septiembre de 1997 |
Modalidad: | LOGSE - Humanidades y Ciencias Sociales |
Ejercicio: | 2º Ejercicio |
Asignatura: | Historia de la Filosofía |
Obligatoriedad: | Obligatoria en la Opción de Humanidades y opcional en otras |
Duración: | 90 minutos |
Baremo: | El alumno/a comentará, dentro de la opción que elija, el texto del autor que haya trabajado en clase. Cuestiones: 1ª ... hasta 2,5 puntos; 2ª ... hasta 2,5 puntos. Redacción ... hasta 5 puntos |
- No es nada extraño dijo.
- Antes bien dije-, toda persona razonable debe recordar que son dos las maneras y dos las causas por las cuales se ofuscan los ojos: al pasar de la luz a la tiniebla y al pasar de la tiniebla a la luz. Y, una vez haya pensado que también le ocurre lo mismo al alma, no se reirá insensatamente cuando viera a una, que por estar ofuscada, no es capaz de discernir los objetos, si no que averiguará si es que, viniendo de una vida más luminosa, está cegada por falta de costumbre o si, al pasar de una mayor ignorancia a una mayor luz, se ha deslumbrado por el exceso de ésta; y así considerará dichosa a la primera alma, que de tal manera se conduce y vive, y compadecerá a la otra, o bien, si quiere reírse de ella, esa su risa será menos ridícula que si se burlara del alma que desciende de la luz.
- Es muy razonable -asintió- lo que dices.
- Es necesario, por tanto -dije-, que, si esto es verdad, nosotros consideremos lo siguiente acerca de ello: que la educación no es tal como proclaman algunos que son. En efecto, dicen, según creo, que ellos proporcionan ciencia al alma que no la tiene del mismo modo que si infundiera vista a unos ojos ciegos.
- En efecto, así lo dicen -convino.
- Ahora bien, la discusión de ahora -dije- muestra que esta facultad, existente en el alma de cada uno, y el órgano con que cada cual aprende, deben volverse, apartándose de lo que nace, con el alma entera -del mismo modo que el ojo no es capaz de volverse hacia la luz, dejando la tiniebla, sino en compañía del cuerpo entero, hasta que se hallen en condiciones de afrontar la contemplación del ser, que es aquello a lo que llamamos bien. ¿No es eso?
- Eso es.
- Por consiguiente -dije-, puede haber un arte de descubrir cuál será la manera más fácil y eficaz para que este órgano se vuelva; pero no de infundirle visión, sino de procurar que se corrija lo que, teníendola ya, no está vuelto adonde debe ni mira adonde es menester.
- Tal parece -dijo.
- Y así, mientras las demás virtudes, las llamadas virtudes del alma, es posible que sean bastante parecidas a las del cuerpo -pues, aunque no existan en un principio, pueden realmente ser más tarde producidas por medio de la costumbre y el ejercicio-, en la del conocimiento se da el caso de que parece pertenecer a algo ciertamente más divino que jamás pierde su poder y que, según el lugar a que se vuelva, resulta útil y ventajoso o por el contrario, inútil y nocivo. ¿O es que no has observado con cuánta agudeza percibe el alma miserable de aquellos de quienes se dice que son malos, pero inteligentes, y con que penetración discierne aquello hacia lo, cual se vuelve, porque no tiene mala vista y está obligada de servir a la maldad, de manera que, cuanto mayor sea la agudeza de su mirada, tanto más serán los males que cometa el alma?
Platón. La República. Libro VII
Educación, conocimiento y bien en Platón.
Ahora nos toca, quizá, hablar del placer, que parece estar asociado de la manera más íntima a nuestra naturaleza; por eso los educadores se sirven del placer y del dolor como de un timón para dirigir a la infancia. Parece también que es de la máxima importancia para la virtud moral hallar gusto en aquello en que debe hallarse y odiar lo que se debe odiar; porque esto dura toda la vida, y tiene importancia y fuerza para la virtud y también para la felicidad, ya que todos los hombres persiguen lo agradable y rehúyen lo molesto. Tales cosas no podrían en modo alguno pasarse por alto, sobre todo prestándose,como se prestan, a muchas discusiones. Efectivamente, los unos dicen que el bien consiste en el placer, y los otros porque creen más conveniente para nuestra vida declarar un mal el placer aun cuando no lo sea, por juzgar que el placer atrae a sentido contrario para llegar así a un término medio. Pero quizá se dice esto sin razón porque, tratándose de sentimientos y de acciones, las palabras no inspiran tanta confianza como los hechos y, en consecuencia, cuando las primeras discrepan de lo que se percibe por los sentidos, son despreciadas como falsas y desacreditan a la vez la verdad. En efecto, el que, vituperando el placer, lo procura a veces, produce en quien lo ve la impresión de dejarse llevar por él porque juzga que es siempre apetecible, porque el vulgo no sabe distinguir. Parece, pues, que los argumentos verdaderos son de gran utilidad no sólo para el conocimiento, sino también para la vida, porque, como están en armonía con los hechos, se les da crédito, y así mueven a quienes los comprenden a vivir de acuerdo con ellos. Basta de tales cuestiones. Exponemos ahora las opiniones que se han expresado del placer.
Aristóteles. Ética a Nicómaco
Verdad y utilidad en la vida y el conocimiento.
La rebelión de los esclavos en la moral comienza cuando el resentimiento mismo se vuelve creador y engendra valores: el resentimiento de aquellos seres a quienes les están vedada la auténtica reacción, la reacción de la acción, y que se desquitan únicamente con una venganza imaginaria. Mientras que toda moral noble nace de un triunfante sí dicho a sí mismo, la moral de los esclavos dice no, ya de antemano, a un "fuera", a un "otro", a un "no-yo"; Y ése no es lo que constituye su acción creadora. Esta inversión de la mirada que establece valores -este necesario dirigirse hacia fuera en lugar de volverse hacia sí- forma parte precisamente del resentimiento: para surgir, la moral de los esclavos necesita siempre primero de un mundo opuesto y extremo, necesita, hablando fisiológicamente, de estímulos exteriores para poder en absoluto actuar, -su acción es, de raíz reacción. Lo contrario ocurre en la manera noble de valorar: ésta actúa y brota espontáneamente, busca su opuesto tan sólo para decirse sí a sí misma con mayor agradecimiento, con mayor júbilo, -su concepto negativo, lo "bajo", "vulgar", "malo", es tan sólo un pálido contraste, nacido más tarde, de su concepto básico positivo, totalmente impregnado de vida y de pasión, el concepto "¡nosotros los nobles, nosotros los buenos, nosotros los bellos, nosotros los felices!". Cuando la manera noble de valorar se equivoca y peca contra la realidad, esto ocurre con relación a la esfera que no le es suficientemente conocida, más aún, cuyo real conocimiento se opone con aspereza: no comprende a veces la esfera despreciada por ella, la esfera del hombre vulgar del pueblo bajo; por otro lado, téngase en cuenta que, en todo caso, el afecto del desprecio, del mirar de arriba abajo, del mirar con superioridad, aun presuponiendo que falsee la imagen de lo despreciado, no llegarán ni de lejos a la falsificación con que el odio reprimido, la venganza del importe atentarán contra su adversario -in effigie (en efigie), naturalmente-. De hecho en el desprecio se mezclan demasiada negligencia, demasiada ligereza, demasiado apartamiento de la vista y demasiada impaciencia, e incluso demasiado júbilo en sí mismo, como para estar en condiciones de transformar su objeto en una auténtica caricatura y en un espantajo.
F. Nietzsche. La genealogía de la moral
Afirmación y negación en la valoración
Sin embargo, la constelación que forman conocimiento e interés no es la misma en todas las categorías. Ciertamente, es siempre apariencia esa supuesta autonomía carente de presupuestos con la que el conocimiento comenzaría aprendiendo la realidad para sólo después ponerse al servicio de intereses extraños al conocimiento. Pero el espíritu sí que puede volverse sobre la trama de intereses que de antemano establece conexión entre sujeto y objeto, lo cual está reservado en exclusiva a la autorreflexión. La autorreflexión puede en cierto modo dar alcance al interés, aunque no suprimirlo.
No es casualidad que los criterios de la autorreflexión queden por encima de esa peculiar indeterminación, de ese peculiar no estar nunca del otro decididos, en el que los estándares de todos los demás procesos de conocimiento han menester de que se los sopese y pondere críticamente. Los estándartes de la autorreflexión gozan teoréticamente de certeza. El interés por la emancipación no es algo que vagamente vislumbremos, es algo que veamos a priori y en lo que a priori estamos. Pues aquello que nos separa de la naturaleza es lo único que conocemos conforme a su propia naturaleza: el lenguaje. Con la estructura del lenguaje viene ya puesto para nosotros algo así como emancipación. Con la primera frase que pronunciamos queda también inequívocamente expresada la intención de un consejo general que no se vea empeñado por la coerción. La emancipación es la única idea que de verdad poseemos, entendiendo aquí idea en el sentido de la tradición filosófica. Por eso quizá la forma de expresarse del idealismo alemán, conforme a la cual "la razón" incluye ambos momentos: voluntad y conciencia, no esté del todo obsoleta. Razón significaba a la vez voluntad de razón. En la autorreflexión un conocimiento por mor del conocimiento llega a coincidir con el interés por la emancipación. El interés cognoscitivo emancipatorio tiene por meta la ejecución de la reflexión como tal. Mi cuarta tesis es por tanto la siguiente: En la fuerza de la autorreflexión conocimiento e interés son una única cosa.
J. Habermas. Conocimiento e interés
Consenso, comiunicación y emancipación en Habermas.
Última modificación de esta página: 3 de junio de 2003